"Manolo". 61x50 |
Hace por ahora treinta y cuatro años, un quince de octubre, me licenciaron del servicio militar. No sé si realmente éste hizo muchas cosas positivas por mí, creo que más de las que ahora puedo recordar, ni si, la posible milonga que solían soltarnos los mandos instructores, me convirtió en un hombre hecho y derecho tras haber entrado en aquel "reformatorio" como niño. Un año de mili en la Base Aérea de Matacán fue el tiempo exacto que cedí de mi existencia. Como experimentado camastrón que soy, levantarme antes que el sol se me hacía especialmente duro y acudir a izar la bandera legañoso y a medio espabilar al poco de soportar aquel estridente soniquete del toque de retreta era mi peor pesadilla. A los tres meses, una vez conseguido el pase de pernocta, la cosa se agravó porque tenía que madrugar más aún para llegar -el sol debía estar en su primer sueño- a tiempo desde Salamanca a mi puesto de destino en mi lento y frío Citroën 2 CV en invierno y alegre y con más desparpajo en verano. Mi destino, el taller de electrónica, estaba repleto de buena gente, todos ellos civiles salvo el teniente Cuervo que comandaba el lugar, todos ellos con muy buen rollo. Allí se gozaba de mucho tiempo libre generalmente y era el lugar donde se encargaban de reparar los aparatos electrónicos que llegaban con anomalías procedentes de los aviones de la Base, siendo mi principal cometido el de estar disponible para transportar dichos ingenios de un lugar a otro, trayéndolos al taller cuando estaban defectuosos y llevándolos a su lugar de procedencia cuando ya funcionaban.
De aquel año en Matacón tengo multitud de altercados, peripecias y anécdotas de las que tengo muchas historietas en las sesera que trasladar al teclado y con las que pienso algún día martirizar a quien se atreva a leerlas -aunque no todas ellas fueron divertidas o agradables-, como es el caso del desgraciado y triste fallecimiento por accidente de un gran amigo de la infancia o que viví con el susto en el cuerpo el histórico Golpe de Estado del 23F, como acontecimientos más reseñables. El tiempo se ha encargado de hacer más llevadero todo lo malo y de convertir las anécdotas, los arrestos, los desasosiegos y las malas trastadas en recurrentes y divertidas "aventurillas".
Por tanto yo no puedo decir que aquel año fuera tiempo perdido ni un periodo que tenga que olvidar, más bien al contrario, hoy mi vida no sería la misma ni probablemente se parecería en nada a la actual si no hubiera estado allí.
No voy a entrar en detalles ni a contar batallitas que suelen aburrir al personal, de momento, sólo decir quiero que en aquel año justo de mi vida conocí a muchos compañeros que se hicieron amigos, de unos no supe nada más, de otros me acuerdo mucho, a otros los veo de vez en cuando y charlamos un rato corto para actualizar datos y a otros me los quedé para compartir toda la vida, a saber, Manolo y Fernando. Al primero lo conocí a través del segundo, el cual conocía de algo al primero, pero no me acuerdo ahora de qué, y al segundo lo conocía yo del Instituto Fray Luis de León, donde coincidimos en los curso de Tercero de BUP y en COU, por tanto al primero lo conocí en la mili mismo, si mi memoria cincuentona no me falla.
"Fernando". 65x54 |
A cambio de un año cedido a España he conseguido dos vidas que viajan conmigo con todo su equipaje para la eternidad. Por eso y por algunas cosas más no menos importantes, es fácil que aquellos doce justos meses fueran de los más provechosos que haya tenido.
Por ellos y para mi, decidí "inmortalizarlos" en estos dos lienzos.
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