viernes, 23 de septiembre de 2016

52. "Arte y entendidos".

"Clara". 116x89
El saco del arte reconocido es acogedor y hospitalario cuando se ha tenido la suerte de haber caído dentro, merecidamente o no. Es mullido, calentito, hogareño, de boca estrecha, amplio en el fondo y profundo para acomodar en él cualquiera que esté en su radio de acción cual masivo agujero negro. Es capaz de engullir todo tipo de entendidos, tanto a los que se califican así ellos mismos, a los que son tildados de esa forma por otras personas, por la fortuna -en todas sus formas-,  por los medios de comunicación o por cualquier otra circunstancia. Posiblemente dentro de ese recipiente pueden acomodarse muchos licenciados, críticos en arte, galeristas, jueces de certámenes y artistas o no. Muchos de ellos son capaces de divulgar y hacer valer sus verdades y sentencias absolutistas sobre las tendencias artísticas en cuanto a calidad o creatividad, en cuanto a la obra que debe transmitir emociones sinceras o no, sobre la que debe provocar rechazo o admiración, o por la que se debería entrar en éxtasis abducido por el síndrome de Stendhal. Fuera de la atracción gravitacional del saco orbítan artistas y entendidos en arte que son capaces de evitar su radio de influencia, y deambulan por sus inmediaciones con el orgullo de ser capaces de resistirse a sus poderosas fuerzas centrífugas sin dejarse atraer hacia su profunda sima en cuyo fondo se encuentra -aunque lícito y bien aceptado por mí dentro del libre mercado- el dragón del negocio y la especulación.

Un profesor de arte al que sigo, dijo: “la obra de arte que necesita una explicación, probablemente no es una obra de arte”. Eso es, una obra de arte es capaz por sí sola de hablar y de dar un discurso sin tener voz y de explicar por sí sola lo necesario -"una imagen vale más que mil palabras"-. Ya transmite de primera mano lo que el artista quiso que transmitiera o lo que cada uno quiera entender que transmite, independientemente de que a cada observador le llegue de una forma u otra al intelecto, a su lado sensible, al alma o a donde sea que le ha de llegar. Por eso no es raro que algunos entendidos nos den una matraca explicativa y farragosa  sobre ciertas supuestas obras de arte, que a simple vista no parece que lo sean, y nos dejen boquiabiertos, noqueados, con cara de memos y desorientados... como para rebatir argumentos tan dispares, psicológicos, detallados, ilustrados y científicos. Y a ver quién es el menda que se atreve a decir que no ha entendido ni papa, ni ve tanta información, corriendo el riesgo por ello de quedar como un inculto del arte vanfuardista. Aquel mismo profesor también creía que una obra de arte no es capaz de realizarla cualquiera -a diferencia de lo que si ocurre con el mal llamado arte moderno o contemporáneo el cuál, como dice Avelina Lésper, se debe, si acaso, tildar como "estilo contemporáneo"- y que una obra artística debe y tiene que estar pensada y aún mejor si está muy trabajada, y que no sirve una obra en la que no se ha buscado la excelencia, la diferencia o la creatividad real, no imaginada, y que en función de eso mismo se distingue el artista del pintor.

"Esther". 65x54
Si yo fuera un artista del estilo contemporáneo y expusiera mis pinturas extravagantes en una sala de exposiciones en la que todo el mundo o la gran mayoría de la gente que entrara a verla no dedicara a contemplar cada obra un pequeño tiempo prudencial para disfrutarla o para admirarla, y contrariamente lo que hicieran es pasarse por delante sin prestarle atención o viendo la exposición entera desde la puerta de la sala, paseando la mirada -“espeluztacular” que diría Burt Simpson-, breve y altanera del espanto por el recinto; en tal caso, la frustración se haría compañera mía, independientemente de que yo como autor estuviese muy valorado en todos los rincones artísticos del planeta y mis obras valieran cada una lo que vale un edificio de apartamentos en la Quinta Avenida. Si me pasara eso, supongo que entraría en modo pena y no me quedaría otro remedio que darme cuenta que mis creaciones no interesan a nadie, salvo a ciertos entendidos en arte, los cuáles me van a dar una transcendencia en el tiempo bastante escasa, ya que quien realmente me la tendría que dar en tal caso, es el resto del mundo, que precisamente es el que me ignora. Seguramente en esa hipotética exposición extravagante vería gente que se reiría de los cuadros, gente que se quejaría del paseo que se han dado para nada, para perder el tiempo en algo muy publicitado, pomposo, difundido y presuntuoso y para ver a su artífice siendo agasajado por personajes aparentemente hipócritas. Sería algo como si alguien te hablara de un lugar donde se come de maravilla, con raciones generosas, sabores nuevos, con más estrellas que un general, con camareros atentos y halagadores, situado en un lugar idílico con vistas a a lo que parece un precioso lago. Pero resulta que uno va y el restaurante está vacío, las vistas son a un pequeño embalse, el camarero es más borde que un caniche, la comida es congelada, sosa y para localizarla en el plato necesitas un microscopio de barrido, y para rematar la faena te dan una estocada en la billetera. Quizás al fin y al cabo de lo que se trata es de hacer negocio, aunque sea a costa de no hacer arte, de especular con que lo que se va a comprar mañana valdrá un tanto por ciento más que pasado mañana -que me perdone Mark Rothko y similares porque posiblemente ellos no tengan culpa-. Entonces no podré llamarme artista, seré en tal caso un negociante, tratante, buhonero o vendedor de arte para ciertas minorías. Aunque si me dieran a elegir... 

Yo prefiero alucinar con Johannes Vermeer antes que con Vasili Kandinski, prefiero buscar el alma a los cuadros de Antonio Montiel antes que al inanimado Antoni Tapies, prefiero a Hernán Cortés antes que a Miquel Barceló, la dulzura y el sfumato de Leonardo da Vinci antes que la crudeza Edvard Munch, a Velázquez antes que a Joan Miró, a Claude Monet antes que a Marcel Duchamp, la luz y naturalidad de Nikolay Suryguin, Arsen Kurbanov, Antonio López o Joaquín Sorolla antes que lo que yo creo que son salidas de tono de Damien Hirst o Gerhard Richter o Chris Ofili y sus cuadros con excrementos de elefante. A lo mejor soy "rarito" pero qué le vamos a hacer, me cuesta cambiar y mi opinión debe ser respetada como la de cualquier otro, como será respetable la de los que a mi me censuren por opinar así o por lo que yo hago. 

Opino que un montón de arena con una pala clavada, una taza de váter, medio vaso de agua, un motor de lavadora viejo, unas bolas de papel de aluminio tiradas por el suelo, un fregonazo en un lienzo o un hígado deshidratado en un plato, no pueden ser obras de arte, ni dicen o transmiten nada más que lo que son. Y si ser artista es ir a buscar todo eso a un vertedero, a un almacén, a un matadero o al frigorífico y colocarlo en un museo o sala de arte, me parece que en este mundo somos al menos 7.000 millones de artistas en potencia, y aumentando cada día.

"Henar". 81x65
Con todo ello quiero decir que el arte de fama relacionado con el estilo contemporáneo en cuanto a crítica y opinión de algunos, va generalmente por un lado y la opinión de lo que otros creen que es “la plebe desinformada” va por el lado opuesto hacia las playas tranquilas de la lógica y del buen gusto.

Si uno se pasa por certámenes de pintura puede ver cómo se premian, elogian y seleccionan pinturas que parece que las hubiera hecho un chimpancé esquizofrénico bipolar, en detrimento de verdaderas obras de arte que llevan decenas o cientos de horas de trabajo, obras que pocas personas en el mundo serían capaces de ejecutar tan bien, obras a las que no se da valor por no sé qué razones que no son capaces de explicar ni los propios “entendidos en arte”. Y, o bien no pueden darse a entender o bien no quieren que se les entienda porque luego todo el mundo entendería y si todo el mundo entiende, puede que se acabe el pastel. Seguramente muchos no dicen lo que piensan porque no es “cool” o porque se les pueda apartar de grupos tan selectos. 

Lo mismo ocurre con concursos de pintura rápida, en los que se tiene que plasmar por obligación en unas horas tal o cual municipio y sus alrededores. A veces se queda uno boquiabierto al ver cómo se premian obras abstractas, obras que al parecer solo unos pocos son capaces con sus superpoderes de distinguir el lugar que se ha sugerido; se supone que los artistas han ido a pintar lo que se ve, según suelen decir las bases de los certámenes y de forma realista, donde el parecido o exactitud sean las mayores virtudes, digo yo... Pues no, premian como digo, en ocasiones, un cuadro que bien pudiera ser cualquier cosa o cualquier lugar del sistema solar. Premian, a veces, obras realizadas en media hora, incluido el rato del bocadillo, en detrimento de verdaderas joyas llenas de luz, perspectiva, exactitud, esfuerzo y creatividad. No me extraña que muchos de esos certámenes estén perdiendo popularidad de año en año y se vean privados de grandes artistas que no ven recompensado su trabajo e ilusión, porque la lógica ha abandonado el lugar dando paso al esperpento y a las injusticias.

Muchos entendidos en arte encuentran creatividad donde no la hay y le dan ese calificativo a tal o cual obra para encasillarla aquí o allá según convenga, según el estilo o yo qué sé. 

Si todos los entendidos en arte lo fueran realmente y se rigieran por sanos criterios, seguramente casi todos coincidirían en premiar a los mismos cuadros; sin embargo ni ellos mismo se ponen de acuerdo cuando se trata de un grupo juzgador. Curiosamente se recompensan diferentes obras cuando son distintos los grupos que juzgan, lo que me deja claro que la valoración objetiva de una obra de arte relacionada con reglas artísticas, no existe, que se trata de algo subjetivo, o como mucho tendencioso, ligado a criterios o gustos personales de cada juez, crítico, o lo que sea, según él crea; a lo mejor incluso, otro día con un humor o talante diferente hubiera elegido otras obras distintas.

Hay algo curioso que ha calado profundo en la sociedad y que todo el mundo se repite ante una obra expuesta, pudiendo ser ésta de un gusto pésimo o un adefesio vergonzante, que aunque no le entre por el ojo al observador, éste se diga... "será que no entiendo", como echándose uno mismo la culpa de ellos, en vez de decir que no le agrada, pese a quien pese. No a todo el mundo le gustan los mismos guisos que a otros, los mismos pisos o coches, vestidos o trajes, ni el mismo vino o el mismo color de uñas. y no por eso se dicen que "será que no entiendo", decimos directamente que esto o aquello no me gusta, respetando normalmente que a otros sí le pueda gustar.

"Juani II". 65x50
Damos por hecho que algo, simplemente por estar colocado en una exposición o en un museo tiene que admitirse que es una obra de arte, si está allí es porque alguien pensó, acertadamente o no, que debería estar, nada más. El hecho de exponerse un objeto en un lugar emblemático ya nos da la percepción de que estamos ante una obra de arte. Creo que el lugar de exposición no hace a la obra, sino que es la obra la que engrandece el lugar.

En la última exposición que hubo en el Museo del Prado de El Bosco, independientemente de la cantidad de personas que fueron a verla, centenares de miles, daba gusto ver cómo el personal se agolpaba ante cada obra y se quedaba embobado durante minutos y minutos, algunos visiblemente emocionados, atacados por el síndrome de Stendhal, otros no tanto, pero todos admiraban sin pestañear les genialidades oníricas plasmadas en lienzo por el autor. El Museo parecía la calle Preciados en rebajas. Sin embargo he visto exposiciones de artistas contemporáneos renombrados, cuyas obras se valoran más que las de El Bosco, en las que se batían todos los rècords de fugaz permanencia frente a cada obra, de las que no se despegaban antes porque se empeñaba, contorsionando las vértebras cervicales como Regan, la niña de la película El Exorcista, en busca de algún sentido a lo que estaban presenciando.  

"Pilar". 64x54
Concluyo con que creo que el estilo contemporáneo es más bien negocio que va por un camino, y que el verdadero arte, el del pueblo llano, el que gusta a todo el mundo, va por otro, pero sin duda que el primer camino, además de estrecho y lleno de baches, morirá en algún precipicio, como parece que ya está ocurriendo, mientras que el segundo, además de ancho y con buen firme, acabará donde ha acabado siempre, en una plaza repleta de gente en una ciudad monumental y soleada o en un paraje bonito.

No sé si quien ha invertido en unas gafas rotas, en una bicicleta vieja cuya peculiaridad era que las ruedas estaban infladas con aire de París y por eso valía seis mil euros, un ciempiés disecado colgando de un hilo, una taza de water amarillenta, una barbacoa mugrosa, en carrasco seco o en medio vaso de agua, vendido por quince mil euros, disfrutará de ese arte o lo revenderá o lo meterá en un almacén para revenderlo en su día. Supongo que la historia nos dará la razón a los que pensamos así, y si no, que se nos perdone por no entender de arte.  

Ser artista reconocido sólo por el mercado, en cierto modo da pena. Aunque quizás también da más pena el caso contrario, ser un buen artista, un genio, dedicado a lo que pudiera ser el gran sueño de su vida, y que el reconocimiento sólo lo obtenga del pueblo llano sin que eso se tradujera en modestos emolumentos. No sé.

El Cuento del traje nuevo del emperador:

Hace muchos años vivía un rey que era comedido en todo excepto en una cosa: se preocupaba mucho por su vestuario. Un día oyó a Guido y Luigi Farabutto decir que podrían fabricar la tela más suave y delicada que pudiera imaginar. Esta prenda, añadieron, tenía la especial capacidad de ser invisible para cualquier estúpido o o incapaz para su cargo. Por supuesto, no había prenda alguna sino que los pícaros hacían lucir que trabajaban en la ropa, pero estos se quedaban con los ricos materiales que solicitaban para tal fin.

Sintiéndose algo nervioso acerca de si el mismo sería capaz de ver la prensa o no, el emperador envió primero a dos de sus hombres de confianza a verlo. Evidentemente ninguno de los dos admitieron que eran incapaces de ver la prenda y comenzaron a alabar a la misma. Toda la ciudad había oído hablar del fabuloso traje y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino.

Los estafadores hicieron como que lo ayudaban a ponerse la inexistente prenda y el emperador salió con ella en un desfile, sin admitir que era demasiado inepto o estúpido como para poder verla.

Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño dijo: "¡Pero si va desnudo!"

La gente empezó  a cuchichear la frase hasta que toda la multitud gritó que el emperador iba desnudo. El emperador lo oyó y supo que tenían razón, pero levantó la cabeza y terminó el desfile.

Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño dijo: "¡Pero si va desnudo!"

La gente empezó a cuchichear la frase hasta que toda la multitud gritó que el emperador iba desnudo. El emperador lo oyó y supo que tenían razón, pero levantó la cabeza y terminó el desfile.

miércoles, 25 de mayo de 2016

50. El Día de la Estupidez

"Jimena". 55x46
"EL DÍA QUE LA ESTUPIDEZ SE TORNÓ ARTE"

Publicado por GAZZETTA DEL APOCALIPSIS el 1 de junio de 2016.

En la sociedad actual la estupidez acaba rezumando por todos los poros y nada parece poder detenerla.

Estos últimos días, hemos visto una noticia que expone claramente el nivel de estulticia y superficialidad que tanto nos afecta. Así es como la exponían en RT: Un joven de 17 años ha colocado unas gafas en el suelo en el Museo de Arte Moderno de San Francisco (EE.UU.) para ver la reacción de otros visitantes, informa el portal BuzzFeed. Según el joven, unos segundos después de que las gafas fueran puestas numerosas personas empezaron a acercarse a la “pieza” para observarla y tomar fotos. Las imágenes del joven en las que se aprecia cómo los visitantes observan con detenimiento el objeto se han hecho virales en Internet y han sido compartidas más de 32.000 veces y cuenta con 36.000 me gusta en Twitter.

"Esther". 73x54
Como es de imaginar, el asunto ha levantado una oleada de críticas y comentarios afilados en las redes e incluso en algunos medios, la mayoría de las cuales se han centrado en criticar la estupidez que rodea al arte contemporáneo. Y aunque suscribimos muchas de esas opiniones, no dejan de ser una visión superficial del asunto. Y es que el quid de la cuestión no está en criticar aquello que la gente interpreta como “arte” en la actualidad. Ni tampoco se llega al fondo de la cuestión tildando de bobos a los que estaban en la galería e interpretaron erróneamente lo que significaban esas gafas. Probablemente, la mayoría de esa gente tenga un cierto nivel cultural y una cierta capacidad de análisis y raciocinio; al menos el suficiente como para estar en un museo y no sentados en un sofá viendo la tele. Al fin y al cabo, si los que estaban en el museo y creyeron que las gafas eran arte son unos memos, entonces ¿cómo debemos calificar a todos aquellos que pasan horas viendo por la tele a un grupo de semi-analfabetos barriobajeros chillándose en una tertulia del corazón o presenciando embelesados como un grupo de repugnantes pseudo-famosos se pelean entre sí mientras están presuntamente abandonados en una isla?

"Diego·. 81x65
La clave del asunto pues, radica en tratar de comprender a través de qué mecanismos toda esa gente que estaba en la galería y que presumiblemente deberían tener una cierta cultura y capacidad intelectual, interpretó que esas gafas en el suelo eran una obra de arte. Y la respuesta a esta cuestión es bien sencilla, aunque parezca una perogrullada: esa gente interpretó que las gafas eran una obra de arte, por el simple hecho de que estaban dentro de un museo de arte contemporáneo. Así de simple. Si hubieran visto esas mismas gafas en un banco del parque o al lado de una fuente, no habrían creído que fueran una obra de arte. Solo habrían visto un objeto. Al ver las gafas, esas personas han presupuesto que debían ser una obra de arte, porque su mente ha sido programada para presuponerlo así; en otras palabras: la programación mental recibida les ha llevado a crear una realidad artificial alrededor de cualquier objeto que esté en ese lugar concreto llamado “museo”, convirtiéndolo potencialmente en un elemento abstracto llamado “obra de arte”, aunque el objeto en cuestión sea una compresa pegada en una pared o unas gafas tiradas en el suelo.

"Rita II". 55x46
Como vemos pues, en su interpretación de lo que es “arte”, en ningún momento han obedecido a su sensibilidad individual, ni se han escuchado a sí mismos. Eso implica que en la interpretación de lo que es arte en la actualidad, ya no importa el criterio propio o la propia sensibilidad: solo importa la programación mental recibida. De hecho, el incidente de las gafas nos demuestra que hemos llegado a un punto tal, que el arte, no es arte por la obra en sí misma, ni por el efecto que provoca en quién la ve, sino por el edificio en la que está ubicada o por el envoltorio social o definitorio que la rodea.

Por lo tanto, la definición de “arte” ha cambiado. Hasta ahora, era la siguiente: Arte: Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. En cambio, ahora podríamos definirla como: Arte: todo aquello que la Autoridad Oficial correspondiente decida definir como “arte”. ¿Y qué es la “Autoridad Oficial correspondiente”? Pues bien, la “Autoridad Oficial” puede manifestarse de muchas formas, a veces combinadas; puede ser una autoridad política, policial, judicial, social, religiosa, moral, mediática, o en el caso que nos afecta, una “autoridad académica”. Una “Autoridad Académica”, conformada por unos presuntos “expertos en arte”, que en este caso definen que cualquier basura que puedas encontrar dentro de ese edificio llamado “museo de arte contemporáneo”, puede llegar a ser interpretada como “arte”. Y lo peor es que esa definición ya no tiene porqué circunscribirse al espacio de un museo. Si por la razón que sea, esa misma autoridad te indica en un momento determinado que un objeto o actividad cualquiera, situada en un entorno no museístico, también es “arte”, automáticamente deberás interpretar al objeto o actividad en cuestión como “obra de arte” o “actividad artística”.

"Raúl". 55x38
Por ejemplo, supongamos que un día vas por la calle y te cruzas con un grupo de imbéciles semidesnudos pintados de blanco, gestualizando teatralmente como gilipollas alrededor de un inodoro situado en medio de la acera; si existe una “autoridad académica” que decida certificar aquello como “acción artística”, el conjunto de memeces que esos idiotas realicen, recibirá el calificativo de “performance” y automáticamente será considerada “actividad artística”. Y lo será aunque los tipos en cuestión sean unos descerebrados con el mismo talento artístico que una ardilla. Sin embargo, si tú decides hacer algo similar en medio de la calle, sin el respaldo de una autoridad académica que te respalde mediante la definición correspondiente, probablemente serás considerado un loco o un payaso; aunque lo más posible es que tengas la suerte de que la gente que pase a tu alrededor piense: “mira, debe ser alguna actividad artística o teatral promovida por el ayuntamiento, como las estatuas humanas o los músicos del metro…vamos a tirarle una moneda”.

En definitiva, el suceso de las gafas en el museo de San Francisco, no es algo tan anecdótico como puede parecer a primera vista. Nos indica que estamos en un estado concreto en nuestra evolución psicosocial. Nos señala que nuestro criterio individual ha quedado completamente subyugado a una autoridad oficial externa, que es la que define todo aquello que debemos sentir o pensar a cada momento, sin que tan solo lleguemos a poner en duda si ello tiene o no tiene sentido.

"Isabella". 65x54
El arte, ya no es arte porque nos conmueva, porque nos invite a la reflexión o porque nos diga algo como individuos. Es arte porque nos dicen que lo es y porque nos dicen dónde se puede considerar como tal. Un montón de harapos tirados en la acera, son “basura” y el que los ha tirado ahí es un “guarro”. En cambio, si los mismos harapos están tirados en la sala de un museo, son “arte” y el que los ha puesto ahí, es un “artista” súper reflexivo. Se nos ha negado pues toda posibilidad de definición de nuestro entorno y de nuestro mundo a nivel individual. Y si vamos más allá, veremos que este mecanismo de rendición ante la autoridad oficial, es extrapolable a casi todas nuestras actividades sociales y que lleva ahí desde hace mucho tiempo.

"Clarisa". 55x46
De la misma forma que obedecemos a una “autoridad oficial” que nos indica que todo lo que encontremos dentro de un museo de arte contemporáneo es susceptible de ser considerado arte por el simple hecho de estar ahí, durante siglos ha existido un mecanismo análogo que ha llevado a las personas a creer que todo lo que dijera un sacerdote era moralmente bueno y tenía que ver con un ser superior llamado “Dios”.

"María". 55x46
El mismo tipo de mecanismo psicológico de sumisión que lleva a un grupo de personas a creer que unas gafas en el suelo pueden ser “arte”, es el que nos lleva a creer que aquello que nos diga un hombre uniformado debe ser obedecido porqué es “ley”, sin que nadie tenga derecho a ponerlo en duda; es el mismo tipo de mecanismo que nos dice que lo que haga la mayoría debe ser imitado porque es “moda” o “tendencia”; y es el mismo tipo de mecanismo que nos lleva a creer sumisamente que todo lo que nos diga un tipo con bata blanca y un diploma en la pared, ha de ser cierto e indiscutible por fuerza, porque nos han inculcado que él sabe cosas que nosotros no podemos entender y que jamás actuará movido por la ambición, el interés o el dinero, sino dirigido por la mano invisible de un ente maravilloso de fantasía, infalible e incorruptible, llamado “ciencia”. El mecanismo básico de obediencia y anulación del criterio propio es muy similar en todos estos casos. Simplemente, adquiere diversas formas. Así que, quizás sí, al final va a resultar que esas gafas en el suelo en el museo de arte de San Francisco, nos decían mucho más de lo que creíamos inicialmente. Quizás esas gafas no se limitaban a llamar “estúpidos” a todos los que pululaban por la galería, sino que estaban chillando un atronador “estúpidos” dirigido a todos los rincones de la sociedad y del planeta.

El problema es que con tanto ruido, poca gente ha logrado escuchar el mensaje…


jueves, 12 de mayo de 2016

49. Caricaturas


Con Jero Hernández. Universidad de Salamanca
"Jero Hernández". 55x46



"Manuel Heras". 55x46

Con Manuel Heras. Universidad de Salamanca
Con Pedro Díaz. Pte de La Gaceta de Salamanca


"Pedro Díaz". 55x46
"Manolo" 46x38


"Ismael". 46x38
"Alfonso Fdez. Mañueco" 55x46


Con D. Alfonso Fdez. Mañueco.
Alcalde de Salamanca

"Maite y Mundi". 65x54





"Paco Blanco". 46x38
Pte. Asoc. Amigos de Unamuno
"Manuel Calvo". 46x38
Escultor.

"Miguel de Unamuno". 55x46
"Francisco Morán", 46x38


"Javier Iglesias" 55x46
Pte. Diputación Salamanca



"Edu", 30x20

viernes, 1 de abril de 2016

48. Marzo

"Paco y Mª Cruz". 65x54
Por fin llegó marzo con su equinoccio, con su cambio de hora y su primavera incluidos, con sus días más largos, sus cambios de luz, con su tiempo alocado y sus perspectivas de que mejore; cosas que hacen que el arte de pintar sea más agradable, más aprovechable y más productivo. Cosas que curan mis astenias otoñales e invernales.

Parece que por fin las musas de los colores también se despiertan en marzo y deciden acercarse a los artistas para hacerles una visita con el fin de incitarles a que animen sus obras para pintar los horizontes que ahora parecen más lejanos, menos difusos, horizontes donde las puestas de sol y los amaneceres posan durante más tiempo. La vida de los colores tímidos resurge por todas partes y llena el ambiente de expectativas, como si Dios hubiera ordenado que dejaran el miedo a un lado y se "echaran al monte". Marzo se llena de vida que se empeña en engendrar más vida -lo que me recuerda lo dicho por el John Hammond en la película Parque Jurásico I ante unos huevos eclosionados de dinosaurio : "La vida se abre camino"-.

"Miguel A´ngel y Toni". 55x46
Marzo terminó con el que parecía otro largo invierno cuando comenzó, invierno que como todos los que pasé me entristeció un poco y me dio la sensación, como era habitual, que se me haría eterno, porque la tercera estación ya estaba dándome pistas de lo que estaba por llegar y que Joaquín Sabina ya dijo en una de sus canciones: "...el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno". Está demostrado que con los años cada vez la cuarta estación se hace más efímera, lo que me hace dudar en estos momentos de si eso es bueno o no.

En marzo ya no necesitaré tantas capas de ropa que, como si fueran una camisa de fuerza, me van inmovilizando a medida que me las voy colocando encima para evitar el frío de meses pasados, tampoco necesitaré esos guantes azul oscuro de lana, sin dedos para facilitar el uso de los pinceles, porque mi mujer los cortó para que no se me adormilaran las manos en mi fría buhardilla. Ya no tendré que destinar parte de las mañanas a pintar porque la penumbrosa luz de la tarde no da para nada. Ya no necesitaré durante una temporada esos estúpidos focos ni esas bombillas que distorsionan los colores, colores que al día siguiente tengo casi siempre que modificar porque no eran los que tenía en mente haber aplicado.

"Autorretrato". 73x60
Con marzo llegan las ganas de hacer más cosas, llegan los sueños que se van a cumplir subidos en la grupa de la obsesión por pintar, porque los días llenos de horas de luz y el acortamiento nocturno traerán más tiempo. Con marzo llegan los retratos con flores o con vestidos vistosos, llegan las salidas al campo para plasmar la luz de la primavera y llegan los concursos de pintura al aire libre convocados en infinidad de pueblos y ciudades de España. Alguno de ellos, entre los que estén más cerca, me verá por sus calles.

Con marzo se ha acercado el color rojo a los fondos de mis retratos como si el sol lo hubiera traído; también me trajo las ganas de pintar mi primer autorretrato y el retrato de mi simpática y guapa hermana, "enfondado", si se me permite la expresión, en su color preferido, que no podría ser otro más que el rojo. De paso marzo vino con encargos que me hacen mucha ilusión pintar, alguno no poco original como la reproducción de la portada de la revista "La Revista", valga la redundancia, del periódico El Mundo, que en abril de 1.997 plasmó la historia amorosa y homosexual de Miguel Angel Fernández y Toni Poveda, hoy famosos dirigentes del PSOE madrileño. Dicho encargo fue uno de los regalos que hicieron unos familiares a los mencionados enamorados en la celebración de sus veinticinco años de relaciones y diez de casados.
"Olga". 55x46

Este marzo me trajo la exposición más importante que hasta ahora he hecho, en un lugar tan privilegiado e inigualable como es la Universidad, dentro del claustro del Patio de Escuelas y en la sala llamada del Cielo de Salamanca, a escasos metros de la estatua de Fray Luis de León y de la famosa fachada que lo observa, con la rana que todo el mundo busca en su calavera encaramada, obra maestra indiscutible del Plateresco Español. No creo que haya en toda la ciudad sitio más bonito donde un artista pueda exponer. Este lugar rezuma historia por todos los poros de su dorada piedra; piedra sedimentaria que ha visto pasar tantos alumnos, turistas y personas ilustres como los granos de antiguas arenas la componen, piedra oxidada que suda sabiduría y pasado glorioso. 



No sé si fue la influencia del lugar o la gente que lo hizo posible, a los que siempre estará agradecido, fue lo que invocó a todos los medios de comunicación escritos y audiovisuales; no sé si esa fue la causa que desencadenó tal río de visitas que jamás hubiera imaginado que pasarían ante mis cuadros; no sé si todo eso fue lo que me sorprendió con una cantidad tan grande de elogios que me cuesta tanto asumir; tampoco sé si eso fue lo que hizo que multitud de vecinos y conocidos se sorprendieran porque ignoraban que pudiera dedicarme también a la pintura. Lo que sí sé es que esta exposición ya ha marcado un antes y un después en mi trayectoria artística y personal.

Todos los meses de marzo me gustan, pero este ha sido especial.

lunes, 21 de marzo de 2016

47. Televisión Castilla y León


http://www.rtvcyl.es/Salamanca/893b4980498d7f31df27

Es una de las artes figurativas más complejas en pintura. El retrato requiere no solo maestría técnica sino capacidad psicológica para entrar en los personajes. Salamanca tiene la suerte de contar con un magnífico retratista, José Avelino Álvarez. Algunas de sus mejores piezas pueden visitarse estos días en la Sala del Cielo de Salamanca en el Patio de Escuelas.


jueves, 21 de enero de 2016

45. Miradas

"Chus y Aidita". 65x53
"Jacoba". 55x46
"Silvio y Encarna". 73x60
"Jesús y Chicho". 61x50

"Pedro". 50x40